Yimi Charcopa, un esmeraldeño de 47 años que llegó a Quito hace más de veinte y ha vivido múltiples experiencias, en materia laboral.
No logró estudios supriores, pero enfrenta la vida con esfuerzo y valentía, en la actividad que le toque.
Por ahora, se desempeña como lavador de carros, donde por la confianza que se ha ganado de sus clientes, logra un ingreso económico que le permite llevar los alimentos a la mesa de su hogar.
Comienza desde muy temprano con el frio de Quito y termina al caer la tarde con la satisfacción de haber cumplido con su labor diaria.
Dice que quizás sus ingresos no sean los mejores, pero al menos cuenta con algo para mantener a su familia.
Desde muy joven, aprendió el arte de la cocina y trabajó en un asadero de pollos donde ganó experiencia en este oficio que años más tarde dejó para dedicarse a la guardianía.
Como guardia cuidó la seguridad de un cementerio capitalino desde donde acumuló muchas anécdotas.
Ahí relata, perdió el miedo a los difuntos, aunque en principio quizás por su imaginación escuchaba ruidos extraños alrededor de la capilla del camposanto.
Según él, por las noches especialmente, se escuchaban murmullos aparentemente de esas almas que penan.
Fue entonces que, para perder el miedo se tomaba unos traguitos que de paso le quitaban el sueño y podía mantenerse alerta.
Yimi se considera un luchador en la adversidad. Es una de las personas que piensan que siempre hay una luz al final del túnel, para nunca perder la Fe en días mejores.
