Juana Muitin, más de setenta años luchando y perseverando por su familia

Notiregión-Ecuador rinde homenaje, con esta nota periodística a todas las madres que con sacrificio sacan adelantes a sus hijos

Juana Muitin de 83 años de edad, oriunda de Salcedo, provincia de Cotopaxi, dedicó toda su vida a la venta informal de frutas y legumbres, actividad que hasta ahora, realiza en un barrio capitalino.

Juanita como todos le conocen, tuvo seis hijos, 14 nietos y seis bisnietos.

En tono triste y a punto de quebrarse, cuenta que, a sus siete años, fue entregada a una familia pudiente de su pueblo, donde cumpliría labores domésticas.

Doña Juanita es la segunda de tres hermanos y la única sobreviviente, pues los dos (una mujer y un varón) y un medio hermano partieron al viaje sin retorno,

Dice que desde temprana edad, su vida fue un sacrificio, pues como doméstica trabajó de cocinera (ganado 80 sucres) especializándose en la preparación de Yahuarlocro de Cuy. Un plato muy apetecido en la serranía ecuatoriana.

Recuerda que, por su corta edad, para cocinar los alimentos y avivar el fuego debía poner “tronquitos” y alcanzar el nivel del fogón (horno de leña).

A sus 13 años de edad decidió fugarse de esa casa de “ricos” para volver a su hogar junto a sus padres quienes trabajaban en una hacienda del lugar.

 Sin embargo, direccionada por un tío suyo llamado Manuel, fue llevada a otra familia adinerada, por la paga de 100 sucres.

 Aquí permaneció hasta los 21 años de edad, cuando regresó a su pueblo para trabajar con su hermana (fallecida) ganándose 30 mil sucres que le servirían para ayudar a su madre.

Juanita a pesar de esa vida de sacrificio no logró fortuna ni casa donde vivir que hoy la cobije.  Ella, junto a su esposo don Serafín Tenorio de profesión albañil de 86 años vive en casa arrendada.

A ella le invade la tristeza cuando habla de sus padres que terminaron su vida de peones, sin poder ahorrar y dejar herencia a sus hijos.

“Quizás eso nos habría cambiado la suerte”, señala.

Precisa que son más de 70 años dedicados a las ventas informales, y con las pocas ganancias de su negocio, apenas pudo criar a sus hijos.

Todos estos años el “dinerito” de la venta ha servido, solo para ayudar en los gastos a su esposo quien se desempeñaba como albañil, oficio que hoy tampoco puede realizar por su avanzada edad.

Recuerda que en un tiempo vivió en Babahoyo, provincia de los Ríos, donde aparentemente todo iba bien.

No obstante, por enfermedad su primer hijo que para entonces tenía cinco años, viajó a Quito en busca de atención médica y desde entonces decidió quedarse.

Son 45 años que lleva en la capital, lidiando como toda familia, con la carestía económica de las ciudades grandes.

Hoy a doña Juanita ya poco le entusiasma vivir en techo propio, su mayor anhelo es que sus hijos lleven una vida de comprensión a su lado, hasta como ella mismo dice “llegue el final”.

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